miércoles, 27 de enero de 2010

MIEDO A LA MELANCOLIA

Si, las multitudes me atraen a ese vaivén de no saber si vas o vienes de algún lugar. Cuando alzas la mirada del piso, o cuando despiertas por fin sobre el sistema de transporte colectivo, te das cuenta que todo está puesto para que vivas una vida sencilla y con solo la necesidad de meterte algo en el estómago tres veces al día. El alma gris que cobija la Gran Ciudad cumple perfectamente con su cometido en mi caso: hacer que me olvide por un tiempo de que no existo aquí, que tengo que cumplir con muchas cosas o que tengo esta melancolía que me revuelve el pecho y me lo desbarata.

No voy a decir que la Gran Ciudad no tiene sus contras, y claro que los tiene. De vez en cuando me regresa brevemente a la realidad de mi falta; esa falta de un contacto físico tan deseado y frenético. Tengo ganas de esas caricias tibias y esos labios abrazantes. Tengo ganas de unos brazos rodeando mi cuerpo, mientras veo unos ojos cafés. No pido más. Lo que sucede con esos pequeños golpes bajos de la Gran Ciudad es que de repente puedes ver pequeñas vidas entrecruzadas, disfrutando de ese gusto sensual que tanto tiempo me ha sido negado. Ver sobre el transporte colectivo a los otros, gozando de un tiempo que la distancia me arrebata a cada rato, golpeándome directamente en el pecho, la boca del estómago o la entrepierna.

De verdad que será raro regresar. TENGO MIEDO.

martes, 5 de enero de 2010

Otra vez la nostalgia

El helado, el café, las sonrisas y las tardes en el parque, comiendo pasta y platicando de muchas cosas y de nada.
"La nostalgia es una cosa cabrona", me dije alguna vez mientras seguían transcurriendo los días, las semanas y los meses en los que no has estado a mi lado. ¿No es acaso esta espera la que hará de nuestro reencentro la cosa más deseada y buscada en el vaivén de nuestros días? Aun así, me tiro en el pasto y pienso una vez más que esto de estar esperando que las tardes sean como las de hace ya algunos meses, solo me rompen el alma y la envían cachito a cachito al extranjero, optando por no perder esta poca humaniddad que me queda y que voy empeñando en el quehacer de los días de invierno, convertidos poco a poco en días de primavera.
Cuando la tarde llegue a su fí, será hora de levantar el vuelo y volver a casa. A la sucia soledad del café casero y las hojas desperdigadas por el cuarto, mientras sueño a perderme entre las ideas que una y otra vez invaden mi esfera de tranquilidad.
¿Son mis sueños los que veo pasar del otro lado de la ventana? Auún no lo se. Si así fueran, los muy desgaciados me dejan, acurrucado entre la colcha de mi cama y las hojas que me cubren en el desvelo artístico que me incuba, y me propicia a escribirle al viento.

OH, me he dado cuenta que otra vez he escrito de más. Pido perdón a quien lo lea.

1:36 am Día 6 del mes primero del 2010