martes, 10 de mayo de 2011

De marchas y representatividad


Recién acabo de leer el artículo de JaqueMate de Sergio Sarmiento (y que Jaime Lozano, actual Secretario de Trabajo y Previsión Social ayuda a promocionar por medio de su cuenta de Twitter @JLozanoA) [http://articulos2011.blogspot.com/2011/05/jaque-mate-marcha-politica.html] en el que comenta algunas cosas sobre la marcha realizada en los días anteriores en la Ciudad de México.

Sarmiento apunto sabiamente que esta marcha perdió su dirección, que era manifestarse para exigir justicia en el caso del jóven Juan Francisco Sicilia, hijo del poeta y columnista del semanario Proceso Javier Sicilia. Según Sarmiento lo que en un principio era exigencia de justicia para este caso se tornó en un acto de política que terminó exigiendo cambios radicales en la política mexicana.

Siendo yo estudiante de Filosofía, y atendiendo a las razones y argumentos que desde mi profesión estudiamos, no podría entender esta postura tomada por Sarmiento.

Primero, porque el hombre en todo acto que hace, como individuo ciudadano de un país como colectivo con una meta en común, va a ser político. Aristóteles definía al hombre como un "animal político".

Segundo, si toda acción que hace el hombre es política, aquella a encaminar su manifestación en contra de un estado de violencia generalizada que permea y modifica radicalmente sus formas de convivencia es aun más política.

Tercero, La marcha realizada en la Ciudad de México, así como todas las manifestaciones a lo largo y ancho de la República Mexicana y en otras ciudades del mundo, no fue para exigir justicia por el Caso Sicilia. Fue para exigir el cese de la violencia y el derramamiento de sangre inocente en México, por políticas de una guerra que el pueblo mexicano no pidió.

Cuarto, exigir la renuncia de ciertos funcionarios públicos efectivamente es política. Y lo es en tanto que como pueblo representado por ciertos ciudadanos envestidos de poder, este pueblo tiene el poder de demandar si una o varias de las acciones emprendidas por sus representantes en lugar de beneficiar al pueblo lo victimisan. El juramento que hacen los políticos al recibir un cargo termina "Y si no es así, que el pueblo me lo demande".

Quinto, si el pueblo mexicano sale a las calles es porque está harto de estar encerrado en sus casas, miedosos por el paso de las caravanas militares. Nunca se ha pedido que se desarme al Ejército porque se sabe que su papel es resguardar la soberanía y la tranquilidad del pueblo. Albergar esperanzas de que el Ejército se conducirá en su totalidad bajo estrictos códigos de conducta si se les dan las libertades extremas que implican la Ley de Seguridad Nacional, es como aquella denuncia de "inocencia e ingenuidad extrema" que se le daba al socialismo real el siglo pasado. Basta con mirar la cantidad de militares que desertan para entrar en las filas del crimen organizado.

Sexto, No podemos tomar por iguales las manifestaciones hechas por el caso Martí y las que ahora se hacen. Las primeras no estaban tintas de 40,000 muertes inocentes por una guerra impuesta desde Los Pinos. Las últimas no responden al llamado de empresarios y gentes de poder económico, sino por la inquietud y el miedo por ser el siguiente muerto en la calle, ya sea enfrente del Tecnológico de Monterrey, en un pueblo de Morelia o defendiendo su patrimonio ante las amenazas del crimen organizado.

Si el pueblo no ha tenido voz representada por medio de esos políticos, marchar con el miedo latente y exigiendo los cambios necesarios desde el medio político parecen la solución.

Además, opino que se tienen que cumplir en su totalidad los acuerdos de San Andrés, liberar a los presos políticos en toda Latinoamérica, que la franja de Gaza deje de ser víctima de la voracidad israelí-americana, y que se termine la guerra iniciada por Felipe Calderón. NO MÁS SANGRE