martes, 14 de diciembre de 2010

2010 - 2012

Alquien alguna vez me preguntó si creía que el 2012 se acabaría el mundo, y buscando una respuesta que no me comprometiera con una visión apocalíptica respondí que indudablemente así sería, pero que acabaría el mundo tal y como lo conocemos. ¿Cuál es ese mundo que conocemos?
Resulta ser que me encuentro en un país latinoamericano donde no acaban de cuajar las ideas de libertad, fraternidad e igualdad, estandartes de la civilización occidental desde la Ilustración. Me encuentro en un país con un rezago a nivel social que lucha con una ideología gubernamental que pugna por ir a la vanguardia de las tendencias políticas del mundo, aun y cuando la propia identidad del mexicano sigue siendo uno de los grandes interrogantes. Habito en un país donde se celebra con beneplácito el bicentenario de la independencia nacional y el centenario de una guerra civil sin cuartel, con sus caudillos e ideales respectivos, y que sin embargo no guarda una relación estrecha con esa historia.
Que paradójico resulta que a 100 años de que México fue testigo de la censura gubernamental a las ideas impresas por el periódico “regeneración” de los hermanos Flores Magón sea el gobierno (“resultado de la victoria de los ideales de la Revolución mexicana”) el que postule propuestas de ley y prácticas que violenten la libre expresión de los mexicanos (por medios impresos como el caso del semanario “Proceso” o por medios electrónicos como la censura a comentarios hacia la Presidencia).
México se debate entre la guerra de las calles y la guerra de las palabras y las ideas. El presente de NUESTRO México está cambiando, y parece que esa tendencia no cambiará (y antes bien, se radicalizará) en la cuenta regresiva hacia el 2012. Mi respuesta a la pregunta que me hicieran no podía ser más congruente.
Sin embargo, queda preguntarse: ¿queremos cambiar o mantener el mundo “tal y como lo conocemos”? La respuesta que hagamos resulta ser LA RESPUESTA que determine el devenir del año 2012, pues constituye el logos y la praxis de lo que se viene.
Muchas veces he recriminado que la práctica política del mexicano es de una total desatención del ámbito político. La desidia que permea en la población respecto del mundo político (tan distinto del mundo del “día a día”) es el resultado de décadas y décadas de desatención por parte de los grupos políticos hacia la base de la nación: la población en general.
¿El pueblo está dispuesto a educarse políticamente? El ciudadano le importa saber en cuanto está el kilo de tortillas, la cajetilla de cigarros, el kilo de maíz, de frijol, el costo del transporte público, de la gasolina. No quiere saber el trasfondo político del alza, solo hasta que pesa gravemente en la diferencia con el dinero que carga en el bolsillo. Y solo se puede llegar a interesar en tanto pueda manifestarse por volver al orden común de las situaciones económicas donde le es posible costearse todos esos elementos básicos para su sobrevivencia.
OJO: No digo subsistencia, sino sobrevivencia. El ciudadano ya no quiere vivir más de esperanzarse en un momento en el que pueda tener más de lo que tiene, sino seguir viviendo con aquello que le permita seguir viviendo tal y como ha estado viviendo. El miedo al cambio es el miedo generalizado en la población. Ricos y pobres, todos quieren VIVIR.
Parece ser que encontramos LA RESPUESTA: se quiere mantener el orden de las cosas. No se quiere el cambio y por lo tanto no se tiene miedo del 2012. No se quiere la utopía porque involucra un cambio comprometido.
Esta no creo que sea mi respuesta. NO QUIERO.

Además, opino que se tienen que cumplir en su totalidad los acuerdos de San Andrés, liberar a los presos políticos en toda Latinoamérica, que la franja de Gaza deje de ser víctima de la voracidad israelí-americana y que se termine la guerra iniciada por Felipe Calderón.